2017/09/09

Una mirada sobre el macrismo

Los resultados electorales de las PASO actualizaron el debate sobre qué es el macrismo. ¿Es un hecho accidental o vino para quedarse? En esta nota, Osvaldo Drozd esboza algunas aristas sobre cómo acercarnos a una caracterización más rigurosa sobre la fuerza gobernante. 

Por Osvaldo Drozd*

Tras la realización de las elecciones primarias, abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) que tuvieron lugar el pasado 13 de agosto se generaron algunos debates de sumo interés con respecto a los resultados obtenidos por las diferentes fuerzas concurrentes, principalmente por las actuaciones del oficialista Cambiemos y la coalición Unidad Ciudadana. No faltaron al respecto consideraciones acerca del rol desempeñado tanto por el frente 1País -encabezado por Sergio Massa- y Cumplir de Florencio Randazzo.

Contrariamente a lo que muchos suponían que podría suceder, a la coalición gobernante no le fue mal, no recibió en las urnas el rechazo ciudadano por las políticas que viene desarrollando desde diciembre de 2015. En tal sentido la nota de opinión escrita por José Natanson el 17 de agosto para Página/12  bajo el título de El macrismo no es un golpe de suerte, resultó un buen disparador. En dicho artículo Natanson advierte que no hay que subestimar a la fuerza gobernante y esboza varias aristas sobre ella que no fueron tenidas en cuenta y que por ende son esos puntales que le permitieron a Cambiemos obtener un buen resultado electoral. Quien escribe coincide en no subestimar a los que gobiernan, pero difiere con respecto a las aristas propuestas. También si se tiene en cuenta que el director de Le Monde Diplomatique señala en la nota que Cambiemos tomó temas descuidados por el kirchnerismo como es el narcotráfico, problemática que no debiera haber sido descuidada ya que para él ni uno ni otro tendría respuesta más que poner el tema sobre el tapete o simplemente verbalizarlo como en sesiones de análisis; lo que descubre con ello es cierta falta -por parte del kirchnerismo- de sentido autocrítico, sumando a ello no haber tenido en cuenta que el macrismo no resulta una anomalía como señalara Ricardo Forster, lo que conllevaría a subestimarlo.

Es verdad que el kirchnerismo tiene baja autocrítica. Lo que no hay que confundir al respecto es la demanda de muchos periodistas afines al gobierno que cuando piden autocrítica no hacen más que solicitar arrepentimiento. El kirchnerismo no debiera arrepentirse por ejemplo de haber impulsado la ley de medios o la 125, lo que debiera sí decir es por qué no se fue a fondo con sus políticas más avanzadas, permitiendo que los sectores más concentrados se reagruparan y produjeran una resistencia enconada en un combate que no se privó de desplegar todas las formas de lucha, no exclusivamente lo que comúnmente se denomina política democrática. No considerar la ofensiva que fueron desplegando desde 2008 en adelante es no tener en cuenta cuáles fueron los principales sedimentos que dieron pie a la formación de una fuerza política como es hoy el macrismo. Eso sin dudas excede el vecinalismo del Pro en su gestión al frente del gobierno de la ciudad. Va mucho más allá de “la retórica new age, las bicisendas, las ferias de comida saludable”. El macrismo de alcance nacional fue incorporando una cantidad importante de elementos que son parte del folklore de la derecha argentina histórica. Valdría señalar -para entender lo que sigue- que el macrismo –según quien escribe- no es solamente el PRO y a su vez no coincide acabadamente con el espacio completo de Cambiemos. El macrismo es transversal, atraviesa también a sectores de la oposición. Las posiciones de alguien como Margarita Stolbizer no pueden ser leídas de otra manera. El actual macrismo excede al mismísimo Macri, es la coronación política de un sedimento ideológico cultural que fue fermentando desde hace tiempo cuando el Pro de Macri era sólo una pequeña parte de ello. Si es verdad que desde 2008 se acentuó la famosa “Grieta”, habría que decir que fue el actual macrismo quien entre otras opciones logró capitalizar políticamente uno de los costados de ella. Lo que hoy se denomina macrismo podría haber tenido otro nombre, tal vez massismo o incluso sciolismo. Eran los principales ofertas que ofrecía el menú del poderoso aparato mediático corporativo quien sin ninguna duda es parte constitutiva de este movimiento junto a la AEA, la Rural, gran parte del Poder Judicial, y otros. Si se tiene en cuenta el acontecer político en Ecuador, con el viraje brusco del presidente Lenin Moreno con respecto a las políticas llevadas adelante por Rafael Correa durante una década, aunque este último lo haya propuesto como su sucesor; no debiera incomodar a nadie la posibilidad virtual de que si Daniel Scioli hubiera sido elegido presidente en 2015 no hubiera sucedido algo similar. Los acontecimientos que se vienen desarrollando en Latinoamérica nos muestran un plan muy bien orquestado por el Imperio y sus socios locales.

Recordemos que la marcha cacerolera del “8N” de 2012 que se denominaba “antipolítica” pero que pedía que “No nos convirtamos en Cuba o Venezuela” convocó a vastos sectores de la más rabiosa oposición al kirchnerismo y al “populismo”, que son el mismo segmento de la sociedad que convocó a la marcha del #1A de este año en defensa irrestricta del gobierno de Mauricio Macri, tras un marzo de gran movilización de los diferentes sectores populares. De esta forma hay que considerar lo que Antonio Gramsci señalaba como el pasaje de la estructura a las superestructuras complejas, a saber “la fase en la cual las ideologías existentes se transforman en partido político” (1). En el actual macrismo están incorporados los sedimentos más retrógrados de la larga historia de la derecha argentina incluyendo su tradición golpista y genocida. Se funden en el formato democrático de la actualidad junto a la tradición radical reeditando el más rancio gorilismo de antaño.

Si bien Cambiemos o más específicamente el PRO se visten con un ropaje que simula estar adecuado a lo más vanguardista de la moda y  a su vez plantarse como ultra democráticos, habría que señalar que todo ello es una simple pose que, no se condice con el sustrato que los determina en última instancia. Como anteriormente se señalaba el PRO no es el macrismo. Considerar a cualquiera de los dos términos como una “derecha democrática” al menos goza de una inexorable ambigüedad que sucumbe a la polisemia propia de un término que no es tan fácil definir. Lo que es democrático para algunos no lo es para otros. El gobierno dice que Venezuela es una “dictadura”. Uno se pregunta si convalidar al gobierno de Michel Temer en Brasil tras un escandaloso golpe institucional correspondería a un procedimiento democrático. El accionar patoteril de las bandas parapoliciales de la Ucep y las escuchas ilegales fueron parte del gobierno de la ciudad encabezado por el actual presidente. Eso Natanson no lo dice. La ausencia de Santiago Maldonado se convierte así en una espina estructurante de una posición bien determinada aunque difundida como ambigua. No se puede decir que está bien que alguien desaparezca y simultáneamente enviar mensajes a los más cercanos de que se hizo lo más conveniente.

El gobierno no deja de culpar a todo el arco opositor de que con lo de Maldonado se intenta politizar el caso. Si por lo contrario saliera a pedir la aparición con vida de Santiago como todo el mundo la mentada politización caería inmediatamente pero su forma de actuar deja suspicacias ¿se da por aludido? Incrimina a los docentes que en las escuelas hablan del tema, pide que no se enturbie a la Justicia, pero también pone las manos en el fuego por la Gendarmería. Quien politiza lo de Maldonado es el gobierno de acuerdo a una implacable lógica electoral. Sabe que una parte de la ciudadanía en eso lo acompaña al igual que cuando reprime la protesta social o dice que “combate al narcotráfico y las mafias”. Sin dudas cuando se cuenta con lo más concentrado del aparato mediático y la Justicia, es posible montar diferentes espectáculos que nadie podrá demostrar que no tengan realidad. Lo que no quedaría claro en lo señalado es qué parte de todo eso sería “democrática”.

Berisso, 7 de septiembre de 2017


*Periodista

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