2016/08/08

Las incertidumbres del Presente

Tanto los columnistas de los medios concentrados como el gobierno nacional saben que no podrán prolongar por demasiado tiempo el uso de la criminalización del anterior gobierno ni seguir utilizando el pretexto de la “pesada herencia. En Argentina existe una tradición de luchas y movilizaciones extensa y la política que está llevando adelante el macrismo no tiene en cuenta esta herencia cultural.

Por Osvaldo Drozd*

Con respecto a la actual coyuntura política argentina, existen algunos supuestos dando vueltas pero no demasiadas certidumbres. Para todos aquellos que hayan vivido diferentes etapas de la realidad nacional, ésta es sin lugar a dudas una situación bastante extraña, mucho más de lo que se podría haber previsto algún tiempo atrás. La extrañeza no surge tanto de lo que hoy sucede, ni de cómo llegamos a esto, sino de lo imprevisible que resulta el porvenir. La pérdida de certezas afecta a todo el espectro político, aunque algunos no lo asuman. Cuando se lee a los diferentes columnistas de los principales medios hegemónicos es posible rastrear cierto desconcierto en cuanto a la perspectiva del actual gobierno. Saben que no podrán prolongar por demasiado tiempo el intento de criminalización del anterior gobierno, ni seguir anteponiendo como pretexto la “pesada herencia”. No hay políticas gubernamentales que seduzcan a los ciudadanos, y la repetición de eslóganes se puede convertir en un búmeran.

El gobierno en tanto, cuida todos los detalles. Incluso los más nimios. Parece esa persona coqueta que antes de salir no cesa de mirarse interminablemente en el espejo, para constatar con obsesión que no hay ningún detalle desalineado. Que en los últimos días, MarceloTinelli se haya convertido en la principal preocupación del gobierno muestra a las claras que hay algo que no funciona bien. Tampoco para la oposición. Un síntoma grave para esta última es que el conductor televisivo le haya arrebatado el protagonismo, cuando lo que está en juego es simplemente la imitación del presidente, no la agenda política de los años venideros. Casi como en un ritual cabalístico, el gobierno no quiere quedar asimilado a aquella figura del De la Rúa “aburrido”. El fantasma de la ausencia de gobernabilidad no deja de estar presente en eso. El problema es achacárselo a un programa televisivo antes que a las responsabilidades propias. No es la economía, no es la política, es el símil que aparece en un programa televisivo de diversión. Suponer que Tinelli fue el causante de las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001 resulta bastante aventurado, propio de gente que no lee adecuadamente la realidad. Y esa lectura improvisada es la que también hoy comienza a hacer crisis, no tanto en el gobierno, sino entre todos esos escribas de los grandes medios que  saben que una aventura de arrebato como la que viene llevando adelante el macrismo, podría llegar a terminar mal. Por eso molesta Tinelli y el recuerdo de De la Rúa. Pero las razones son mucho más profundas.

En un magistral artículo denominado Argentina después del golpe blando. La marcha apresurada del capitalismomafioso (http://beinstein.lahaine.org/b2-img/Beinstein_Argentina_abril_2016.pdf) de abril de este año, el economista Jorge Beinstein, sostiene que “Apenas llegó a la presidencia Macri lanzó a gran velocidad una andanada de decretos arbitrarios, desplegó de inmediato una ofensiva para asegurar el control derechista de los medios de comunicación, compró (o extorsionó) a dirigentes políticos y sindicales, redujo el poder adquisitivo de los salarios y las jubilaciones, lanzó una ola de despidos de empleados públicos, concretó enormes transferencias de ingresos hacia las elites dominantes, en suma: desplegó una blizkrieg destinada eludir las resistencias posibles antes de que estas se organicen” pero -sostiene Beinstein- el gobierno “no estaba en condiciones de imponer el gigantesco saqueo realizado mediante un sistema de negociaciones” y “el nivel de destrucción logrado en tan poco tiempo probablemente lo haya convencido de su éxito incitándolo a seguir avanzando”.  

En esta avalancha reaccionaria, según Beinstein, “Macri podría terminar descubriendo que la realidad social argentina es mucho más compleja que lo que su visión de mafioso detectaba, que la cultura popular existe y se reproduce (maltrecha, golpeada pero existe), que los salarios no son como él dijo una vez ‘un costo más’ que puede y debe ser comprimido al máximo como cualquier otro insumo sino el pago a seres humanos que piensan y se defienden, y finalmente que para un bandido no hay nada peor que otro bandido (los socios de hoy pueden ser los caníbales de mañana)”.

La cuestión denominada “ajuste” es compleja en su ejecución, aunque su fundamento sea de extrema simplicidad. Para los sectores dominantes - utilizando una metáfora-, se trata de enfrentar a un gigante poderoso al que hay que golpear permanentemente para quitarle fuerzas y absorberlas como propias. Hacerlo desfallecer. Existe el riesgo de que el gigante reaccione de una forma tal que interrumpa esa operación, como también que en su agonía muera, y se terminen las fuerzas a expropiar. Las políticas del ajuste desmedido se sostienen siempre en terapias intensivas. Toda esa escena metafórica depende de la resistencia real del gigante, de la experiencia acumulada. No todos los pueblos del mundo tienen el mismo aguante. Eso es lo que más preocupa hoy en los círculos dominantes, a pesar de no presentarse ninguna alternativa inmediata. En la Argentina, los diferentes sectores populares tienen ciertos hábitos y necesidades adquiridas que no son de un fácil deshacer, mucho menos de un plumazo. Louis Althusser en Ideología y Aparatos ideológicos de Estado, señalaba que la reproducción de la fuerza de trabajo no solamente está condicionada por el establecimiento de un salario mínimo garantizado “biológico” sino también por las necesidades de un mínimo histórico. Marx, citado por Althusser, señalaba que: “los obreros ingleses necesitan cerveza y los proletarios franceses, vino”. En toda formación social concreta las diferentes fracciones de clase tienen un cierto kit de necesidades adquiridas que cuando no les es posible satisfacer, generan el descontento. La demanda capitalista de consumo, en tal sentido, se vuelve un búmeran.

Si bien la denominada “clase media” –que en verdad es un conglomerado complejo de intereses- puede sentirse cercana ideológicamente al gobierno de Cambiemos -más por su emparentamiento a ciertas posturas culturales- es el sector menos organizado de la sociedad y el que más va a resistir que le toquen el bolsillo. Es el sector más reacio a la propaganda política, pero a su vez el que cuando cruza ese límite acepta mejor que nadie la disciplina orgánica de los partidos. Hoy es un cruce bastante restringido. El kirchnerismo logró en un momento gran adhesión de esos sectores, mientras que la izquierda siempre se nutrió de ellos.

2001 no se inició en diciembre. Hay que recordar que en las legislativas de ese año, realizadas en octubre, se impuso esa modalidad llamada por entonces “Voto Bronca”. Votar a ningún partido. El “Qué se vayan todos” estaba planteado, pero fue la clase media la que se iría a sumar en la protesta, a un movimiento piquetero de gran magnitud, que ya venía desarrollándose desde hacía poco menos de media década. Esa confluencia fue crucial.

En la Argentina, además del mencionado kit de necesidades adquiridas, existe una tradición de luchas y movilizaciones bastante extensa. Desde la Semana Trágica se sucedieron grandes movimientos populares. La existencia duradera del peronismo no es ajena a esa característica. Fueron los obreros movilizados el 17 de octubre del ’45 -irrumpiendo en Buenos Aires desde los suburbios-, los que le marcaron la cancha al General Perón, y le propusieron un camino a llevar adelante.

La política que está llevando adelante el macrismo no tiene en cuenta esta herencia cultural, que tal vez sí sea una “pesada herencia”.  La confección de una alternativa política no puede prescindir de ese lastre cultural.

Berisso, 28 de julio de 2016


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