2014/12/19

El idealismo como la disciplina que el Otro me impone.

El idealismo data desde los albores del discurso filosófico. El materialismo siempre fue un elemento subordinado, o minoritario. La suposición de que hay un universo de ideas, escindido de lo tangible, e incluso que precede la existencia de la materia, visto atentamente, pareciera casi un contrasentido. Hasta tal vez una imposición, o una artimaña del poder. Pero bien, el idealismo o mejor dicho la posición idealista, es decir la que supone que el movimiento de la materia está manipulado desde un lugar no material; obviamente no es un invento de la filosofía. El principal soporte idealista surgió históricamente del sentido común y de las principales sistematizaciones de dicho sentido, a saber: las religiones.

Claro pero lo difícil es transmitir ciertos pensamientos y elucubraciones a partir de términos que si bien la mayoría supone su significado, no todos coinciden o tienen una misma comprensión semántica de los mismos. A diferencia de las matemáticas, en donde un determinado número o función poseen un valor inequívoco, cuando se trata de una construcción de tipo filosófico, es inevitable la irrupción de la polisemia y el malentendido.

El significante “filosofía” no posee un significado unívoco, y hasta es utilizado para nombrar cosas que los denominados “filósofos” se encargan de dejar por fuera de las definiciones académicas. La tan mentada “filosofía de vida” es un ejemplo bastante común, para explicitar lo antedicho. En tal sentido quien escribe considera que debe realizar una definición tal vez “provisoria” de qué es la filosofía para poder argumentar lo que pretende desarrollar como una crítica del idealismo. Y tal vez en el recorrido encontrar también significados más precisos para lo que se conoce como idealismo y materialismo, o metafísica y dialéctica.

La filosofía es un espacio de disputa. Sin la irrupción de algo que cuestione las posturas idealistas precedentes (las de las religiones por ej.) la filosofía no hubiera existido. Más precisamente sin el surgimiento de disciplinas científicas, la posición idealista no hubiera necesitado abroquelarse en una filosofía. Es más sin ese suceso no hubiera existido el idealismo como concepción filosófica, como sistematización de las concepciones del mundo precedentes.

Rigurosamente se tendría que decir que el idealismo surgió con la filosofía, en contraste con el materialismo, siendo la filosofía como el Estado para las fuerzas sociales, un lugar de disputa. En la filosofía, el idealismo es la resistencia de lo viejo, lo que no depende de la acción humana; mientras que el materialismo debe ser el sitio en el cual se combata la inercia. Pero lo interesante debería ser saber qué es lo que bajo la categoría de idealismo, tenía vida antes de la irrupción de la filosofía. Ese sedimento previo, sigue existiendo de otras formas, ya que ni las religiones, ni el pensamiento mágico dejaron de tener inserción en la sociedad. Tampoco la ciencia en sentido positivista es una garantía, y hoy es factible encontrar líneas de ruptura en saberes como el de los pueblos originarios, que en no pocas oportunidades esbozan argumentaciones materialistas para problemáticas que las ciencias ignoran o desatienden. El cuidado del planeta, la Madre Tierra, es un ejemplo más que evidente con respecto a ello. Obviamente que en esos saberes hay elementos idealistas, pero tal vez muchos menos que en la ciencia positivista. Esta es una problemática propia al nuevo siglo, y en ella no es ajeno el desarrollo de procesos de cambio social en Latinoamérica.

El idealismo, o su sustrato; seguramente es un lenguaje, un discurso performativo, disciplinario; que impone supuestamente desde otro sitio, una forma de proceder para convivir en sociedad. El discurso de la misa o del orden cerrado tal vez sean ejemplos válidos para ejemplificarlo. Una secuencia de significantes imperativos para imponer una conducta, que necesariamente deben tener un lugar de convalidación por fuera de los humanos: Dios, el Bien o la Patria. Diferentes nombres que adquiere el Otro.

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